CHICLAYO
CANCEROSO
Mirko Lauer
El asesinato de José Montalván, alcalde de Casma, ha
sacado a la luz un nuevo avispero de corrupción policial. Por lo pronto la
investigación ha tenido que ser encargada a policías llegados desde Lima. El
argumento ha sido técnico, pero es razonable pensar que también ha sido por
desconfianza frente a la policía local.
Humberto Acuña, presidente regional de Lambayeque, ahora
pide reorganizar a la policía en Chiclayo, y sostiene con todas sus letras que
hay policías vinculados a Aureliano Bonilla (a) “Viejo Paco”. Este individuo,
una suerte de acaudalado delincuente, es sospechoso de orquestar el asesinato
del alcalde Montalván.
Pero además se le atribuye ser cabecilla de una banda de
extorsionadores en la construcción civil, haber asesinado a no menos de 30
obreros en el proceso, y puesto en marcha otros delitos varios como el robo a
la Cruz de Motupe o el asesinato de la secretaria de un juzgado chiclayano. Se
necesita tiempo, y muchos policías amigos, para semejante racha de crímenes.
Pero hay más. Maritza Mocarro, consejera regional, afirma
que Bonilla es propietario de ocho empresas de transporte que ejercen un ilegal
monopolio en la zona, montado en base a amenazas a los funcionarios del ramo.
Los primeros arqueos hablan de una fortuna de S/.10 millones, y de un moderno
arsenal.
Debemos suponer que con esta sola captura de Bonilla, sus
testaferros y sus sicarios, se produce una parte de la reorganización que
reclama el presidente regional. Sin embargo, llama la atención que los
reflectores estén omitiendo los nombres de los policías, altos mandos de todas
maneras, que acompañaron al hampón en su larga trayectoria.
Pero no solo policías. Para semejante impunidad se
necesita también la colaboración activa de autoridades civiles, judiciales,
medios de prensa. No en vano la banda recién intervenida es llamada “La gran
familia”. Salvo que Bonilla haya tenido a toda una capital de región y sus
alrededores bajo amenaza de muerte.
Cabe notar que Bonilla ha operado parodiando la forma del
grupo económico convencional. En su caso la diversificación de las actividades
criminales combinando lo legal y lo ilegal. No descartemos que se haya dedicado
incluso a asaltar a su propias unidades de transporte por el camino, o a
asesinar a obreros de sus propias construcciones.
De todo esto se desprende que la reforma anticorrupción
en la policía está a la orden del día (desde hace años, en realidad), y es una
tarea más complicada que el cuento chino de separar con guantes de seda a los
“malos policías”. Hay bandas organizadas allí adentro, perfectamente capaces de
sobrevivir a “Viejo Paco”, y construir uno nuevo.
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