UN
MILLÓN SETECIENTOS MIL PARA CAFÉ
“buenos
clientes nuestros congresistas”
Tendrán
severos problemas los congresistas para explicar sus incrementos
salariales. Se niegan a justificar con facturas sus gastos de
representación y, por ello, los han convertido en un ingreso más,
sobre el cual pagan impuesto a la renta. Y ahí queda claro la
característica de dicho ingreso: si paga impuesto a la renta,
entonces es renta.
Es
un mal precedente que los legisladores abusen de su poder y se
establezcan beneficios superiores a los que cualquier trabajador del
Estado puede obtener. Y cuando uno revisa la información sobre el
presupuesto del Congreso, uno se puede encontrar con sorpresas
desagradables.
Por
ejemplo, no satisfechos con su suculento incremento de sueldos, según
informa La República, existe una partida para atención a
sesiones (café y comedores). En este rubro se gastan 1'700,000
soles, lo que representa más de 13 mil soles anuales por cada
legislador para que tomen café durante las sesiones. ¿El café es
una condición laboral? ¿Tienen ese derecho todos los trabajadores
del Estado?
Los
parlamentarios deben tener las condiciones necesarias otorgadas por
el Estado para el cumplimiento de sus funciones, y ello incluye un
sueldo digno. Pero si ellos comienzan a usar subterfugios para
incrementar sus ingresos, entonces son los principales responsables
del descrédito que han logrado entre la población.
La
dignidad que supone representar a la ciudadanía la convierten en un
negocio. El problema es que al Parlamento llega gente sin trayectoria
ni currículum, que ve en el acceder al puesto una suerte de lotería
que le resolverá la vida. A la política se debe llegar con la vida
resuelta, dispuestos a ayudar a los demás a arreglar la suya. Pero
con nuestros congresistas, parece que todo funciona al revés.
La
gente decente que existe en los partidos políticos debería evitar
que se consolide esta situación llena de privilegios económicos que
algunos consideran significa llegar al Congreso. El representar a la
ciudadanía es un honor y no un negocio. Juan Carlos Valdivia.
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