DUDAS QUE MATAN
Mirbel Epiquién Rivera
Hagamos un ejercicio lícito de dudar para llegar a conclusiones
poco idealistas y que tienen mucho más de realidad material que de hechos no
probados pero deducibles, como siempre se dice en el argot jurídico.
“Justicia honorable, País respetable” reza el dicho del Poder
Judicial del Perú, pero vamos, desde
siempre el Poder Judicial fue de las instituciones más desacreditadas del país,
sus niveles de desaprobación alcanzan el 70%, es decir, sólo 3 de cada 10
peruanos tienen confianza en este poder del Estado. ¿A quiénes echamos la culpa
de esta triste realidad?, ¿a la gente mal intencionada?, ¿a los medios de
comunicación?, ¿a los que no salieron favorecidos en las sentencias?, o quizá a
los miles de jueces que no tuvieron y no tienen reparos en estirar la mano y
recibir la “colaboración” del que desea usar la vía alterna de la justicia, esa
vía que siempre es usada por los autores del delito. ¿Acaso los jueces
garantizan hoy en día imparcialidad en los procesos?, ¿acaso no es lícito tener dudas de todas las
resoluciones que emite el Poder Judicial o sus órganos especiales?, ¿acaso no
tenemos derecho a exigir el cumplimiento de la ley, el debido proceso, el
derecho a la defensa y la justicia real?
¿Cómo no dudar por ejemplo de la “imparcialidad” del Jurado
Electoral Especial de Chachapoyas, conformado por personal del Poder Judicial
que coordina con otro juez miembro del Jurado Electoral Especial de Bongará que
actualmente es pareja de la responsable de la campaña política de un candidato
reconocido por toda la prensa nacional como sospechoso de lavado de activos y
tráfico de drogas?, ¿no es acaso nuestro derecho ciudadano dudar de la
imparcialidad de estos órganos electorales?, o es que sencillamente debemos
callar y creer que son la Madre de Teresa de Calcuta y sus misioneritas de la
caridad.
Es decir que ahora no solo debemos creer en todo lo que nos digan, sino
también debemos estar calladitos, porque si no el mismo Poder Judicial y sus
jueces nos demandan. En algún momento las cosas se invirtieron, los que
deberían garantizarnos justicia ahora son los demandantes y nosotros, los
ciudadanos libres y sujetos de derecho, los demandados. Al menos nosotros
trabajamos dignamente y llevamos la comida a nuestras mesas con el sudor de
nuestra frente, no nos construimos mansiones lujosas, compramos carros del año
y propiedades o vivimos una vida de ricos con dinero
teñidos de sangre, con olor a opio o con las lágrimas de miles de miserables
gentes que no pudieron pagar la “justicia” que este poder del Estado remata sin
vergüenza.
¿Miedo?, ya no tenemos miedo a los que dicen regular la justicia, les
tenemos compasión por haber traicionado ese ideal de la justicia que enseñaba
Platón y del cual se derivaban todas las virtudes humanas. Tenemos miedo sí a
que este departamento se convierta en un nuevo VRAEM, en un Ancash de la era
Álvarez o una miserable región en dónde manden las mafias y la corrupción, a
eso sí le tenemos miedo, no a las amenazas de personas o instituciones que no
tienen la credibilidad moral para hablar de justicia.
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